martes, 18 de mayo de 2010

DE LA INQUIETUD AL CAMBIO

Si William Ospina sueña con un país donde tantos talentosos artistas, músicos y danzantes, actores y poetas, pintores y contadores de historias, dejen de ser figuras pintorescas y marginales, y se conviertan en voceros orgullosos de una nación, en los creadores de sus tradiciones; ¿por qué no darle un empujón con iniciativas regionales, un tanto revolucionarias y bastante soñadoras, que pretendan cambiar comportamientos desde el surgimiento de nuevos conceptos y significados para concebir el mundo? Si equivocadamente la noción de desarrollo de una región se ha reducido a una visión netamente de la infraestructura, si el crecimiento de los pueblos se mide sólo con el tanque de un carro para cemento y el enfoque de lo exterior como dios supremo que debe aniquilar identidades permanece; ¿cómo poder modificar este nefasto imaginario? Son entonces las nuevas generaciones, los nuevos pensamientos entrelazados por la cultura los encargados de crear movimientos; perspectivas que aunque apenas están floreciendo, dan cuenta de las necesidades de la región fortaleciendo la capacidad humana de crear e interpretar.

Los jóvenes deben buscar fomentar los espacios que le den importancia a las expresiones artísticas, para lograr que se consolide el reconocimiento del sujeto en la participación en los asuntos que le rodean. Se tiende a esperar un cambio en nuestra sociedad que tenga que ver con la destinación de miles de millones, de cualquier moneda, en seguridad, en la importancia de desaparecer la extrema pobreza que ataca a nuestros pueblos por medio de la ignorancia; pero poco en la necesidad que se tiene de participar en una revolución de pensamiento que conlleve a conocer puntos estratégicos donde el individuo del común hace visible su pensamiento a través de la cultura como ente transformador de realidades.

Pero, ¿sólo se transforma desde la experiencia? y ¿esa experiencia sólo la dan los años? Los años dan conocimiento, pero no la certeza de contribuir con éste al cambio que requiere nuestra sociedad; la verdadera experiencia que enriquece pueblos es la que observa y analiza de forma crítica al estar en contacto con las razones que originan el problema y no con la simple sátira que hiere.

Es hora de que todos seamos voceros de la sociedad, de dar testimonio y brindar la información suficiente con la que el ciudadano pueda conocer su realidad. No más quejas, más acción.

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